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lunes, 14 de mayo de 2012
Científicos consiguen cambiar un evento del pasado
La noticia ha conseguido sorprender a más de cuatro físicos. Un grupo de científicos del Instituto de Óptica Cuántica de la Universidad de Viena, dirigidos por Xiao-song Ma, ha conseguido algo que -hasta ahora- solo parecía posible en la ficción: cambiaron, desde el presente, un evento del pasado. Antes de que sigas leyendo tenemos que advertirte que se trata de un trabajo efectuado sobre partículas subatómicas, y que -hasta donde sabemos- es imposible de reproducir sobre eventos que involucren objetos macroscópicos, por lo que aquello de modificar el pasado para que no exista tu abuelo o cualquier otra situación paradójica queda fuera del alcance de este experimento. Sin embargo, se trata de un avance importantísimo para la ciencia, con aplicaciones prácticas en dispositivos como los ordenadores cuánticos, que ha sido calificado como “radical” por la comunidad de físicos.
Lo primero que necesitamos conocer para comprender este experimento es el entrelazamiento cuántico. Se trata de un fenómeno sorprendente, propio de la física cuántica, que consiste en una especie de “unión” entre dos partículas subatómicas que se mantiene sin importar a qué distancia se encuentren la una de la otra. Cuando dos partículas están entrelazadas de esta manera, cualquier cambio que efectúe sobre una se refleja de inmediato en la otra, sin importar qué tan lejos esté una de la otra. A pesar de que parece algo imposible y carente de fundamento, se trata de algo fue predicho por primera vez por Albert Einstein (quien se refería a este efecto como una “acción fantasmal a distancia”) y ha sido comprobado en varias oportunidades. Lo que han conseguido ahora estos físicos es entrelazar partículas después de que han sido sido modificadas, incluso en el caso de que una de ellas hubiese dejado ya de existir. Básicamente, esto significa que los investigadores de la Universidad de Viena han conseguido que acciones llevadas a cabo en el futuro ejerzan su influencia en eventos del pasado, aunque siempre dentro del ámbito de la física cuántica. El experimento, lo suficientemente complejo como para que solo nos limitemos a presentar una explicación superficial del mismo, comenzó cuando dos parejas (“paquetes”) de dos fotones se entrelazaron entre si, creando enlaces entre las partículas de uno y otro paquete. Luego, un fotón de cada pareja se envió a un destino que, para simplificar, llamaremos “Víctor”. Los dos restantes se enviaron a otros dos, que llamaremos “Bob” y “Alice”. Los fotones que posee Víctor están entrelazados con los otros dos, por lo que Víctor tiene control sobre las partículas que poseen Bob y Alice.
A continuación Víctor entrelazó sus dos fotones, lo que provocó que las partículas en poder de Bob y Alice también se entrelacen entre sí. Lo llamativo de esto es que el entrelazamiento entre estas dos últimas partículas es posible (y ocurre) aunque Bob y Alice hubiesen medido, modificado o incluso destruido sus propios fotones. Anton Zellinger, coautor del experimento, dice que “lo realmente fantástico es que esa decisión de entrelazar los dos fotones puede ser tomada en un momento muy posterior, incluso cuando los otros fotones podrían haber dejado de existir”. Las partículas que intervinieron en este experimento se entrelazaron enviándolas hacia un cristal cuya mitad es un espejo. El cristal refleja el 50% de los fotones incidentes y permite pasar los restantes. Si solo se envían dos fotones y uno atraviesa el cristal mientras el otro es reflejado, cada uno de ellos “pierde su identidad” y queda entrelazado con el otro. Zeilinger cree que este trabajo sentará las bases para las comunicación ultrarápidas entre ordenadores cuánticos, máquinas que si bien aún solo son poco más que una idea de diseño, en no mucho tiempo revolucionarán la informática. La posibilidad de llevar a cabo este experimento había sido predicha en el año 2000, pero hasta ahora nadie había conseguido realizarlo.